jueves, 25 de septiembre de 2014

¿Qué es un árbol?

Los árboles son plantas enormes que dominan el paisaje en la mayoría de las regiones del globo. Sin embargo, muchas de estas formas arborescentes a que normalmente llamamos árboles, técnicamente no lo son. Un árbol, como veremos hoy, es una forma de crecimiento caracterizada por una estructura anatómica, una „forma corporal“ concreta. ¿Qué es lo que hace árbol al árbol? Primero, la presencia de madera. Muchas formas vegetales que podríamos calificar como arbóreas no son en rigor árboles: los bananos, cuyo tronco está formado por vainas de hojas comprimidas, son en realidad hierbas gigantescas; mientras que el drago o las palmeras (que aparecen invariablemente en las guías de árboles) tienen un interior esponjoso carente de madera y de este modo, botánicamente hablando, no son árboles, sino plantas herbáceas enormes de tallos endurecidos. Los saguaros y las chollas (especies de cactus) del desierto de Sonora más que árboles son toneles de agua venidos a más. Hay además formas vegetales gigantes, como los bambúes del género Dendrocalamus o ciertas algas pardas de las costas del Pacífico Norte (Nereocystis), que superan los veinte metros de longitud, y que claramente no son árboles.

El cerezo, uno de los árboles más hermosos de España, en plena floración. Valle del Jerte, Cáceres (foto: Pedro Escobar García)

El árbol está vivo, pero la leña, que constituye la mayor parte de su biomasa, no lo está: es un acúmulo de tejido muerto. Por ello la madera, el „esqueleto“ del árbol, no es comparable con los huesos de los animales, que están formados por un verdadero tejido vivo compuesto por células activas incluidas en una matriz mineral. Si un hueso se rompe, se fusionará de nuevo si es adecuadamente tratado, mientras que la madera no tiene la capacidad de regenerarse y si una rama o tronco se rompen no hay solución: el árbol tiene que producir un nuevo tronco o una rama nueva. La segunda característica anatómica de los árboles es que la parte viva de troncos, ramas y raíces es en realidad una capa finísima de unos milímetros de espesor, que envuelve la madera como un guante de seda y que se encuentra justo por debajo de la corteza. Todos habréis visto el tronco enrojecido de un alcornoque recién descorchado. Esta capa roja es el tejido vivo del tronco, que enrojece como reacción de defensa ante el aire y la luz. Esta finísima capa que envueve la madera se llama cámbium, y crece cada año produciendo madera hacia el interior del árbol y corteza hacia el exterior, ocasionando el crecimiento en grosor de los verdaderos árboles. En latitudes templadas este crecimiento se concentra en la primavera y el otoño dando lugar a la existencia de anillos en la madera, que se pueden contar para determinar la edad del árbol, o de una de sus ramas. Así que salvo las hojas, las yemas y el cámbium del que acabamos de hablar, toda la masa restante del árbol en troncos, ramas y raíces está muerta. Las palmeras no tienen un cámbium de este tipo ni crecimiento en grosor, así que técnicamente hablando no son árboles.

We need to talk / Tenemos que hablar

La actividad del cámbium produce madera en cada estación de crecimiento hacia el interior del tronco. Todos los años genera capas de células leñosas (el „xilema“, para lo más técnicos) que son como tuberías microscópicas. Estas células larguísimas mueren muy pronto tras formarse y se convierten en cañerías rígidas y huecas que transportan agua y sales minerales (la llamada „savia bruta“) desde el suelo hacia todos los tejidos vivos del árbol. El proceso de transporte, una de las grandes maravillas de la naturaleza ¡no necesita energía alguna! En primavera, estas cañerías están llenas de agua que asciende lentamente. A medida que el verano avanza se deshidratan paulatinamente, comprimiéndose y haciendo que el tronco del árbol esté crecientemente endurecido hacia su centro. Sólo los primeros centímetros de madera tienen función transportadora, y aparecen blanquecinos y esponjosos en sección, como se puede ver en la fotografía. Este anillo externo de color más claro se llama albura, en contraposición al interior oscuro y más pesado (el duramen, tan útil para los carpinteros) que ya no puede transportar agua y tiene una función de soporte meramente estructural.

Sección del tronco de un tejo mostrando la albura blanquecina (foto: «Taxus wood» de MPF en Wikipedia)

El cámbium es también activo hacia el exterior, y simplificando un poco, produce la corteza y unas células conductoras especiales (el „floema“) que están vivas y que transportan los fluidos metabólicos del árbol: es decir, la savia propiamente dicha o „savia elaborada“ que fluye de las hojas y tallos verdes al tronco y raíces. La resina que exudan los pinos, almendros y muchos otros árboles cuando sufren una herida no es savia, sino una secreción que impregna toda la madera y que tiene función protectora frente a los patógenos, evitando la infección por hongos o bacterias, o el consumo de la madera por animales xilófagos (esto es, que se alimentan de madera). La resina de los pinos, por ejemplo, es muy rica en trementina (o aguarrás), y se ha explotado comercialmente de modo tradicional en muchos lugares de España. La corteza, la capa más externa del tronco, tiene una función protectora y puede ser muy gruesa, como en el alcornoque, donde el corcho protege el cámbium incluso de los fuegos. Si miráis un tronco de chopo, de cerezo o de abedul, veréis que la corteza está provista de marcas redondas de aspecto oscuro y áspero. Estas marcas se denominan lenticelas y contienen un tejido poroso que permite al cámbium recibir oxígeno del exterior.

Como os podéis imaginar, dada esta estructura anatómica, para matar a un árbol basta con extraer un anillo de cámbium de la base que deje al descubierto la madera. Ante un tratamiento así, la mayoría de los árboles perecerá sin remedio. Por eso es muy importante la protección de la base de los árboles urbanos durante las obras: una herida basal, fácilmente ocasionada por un obrero poco cuidadoso, puede dañar severamente el árbol, no sólo privándole de una parte importante de su savia sino además abriendo la puerta a todo tipo de infecciones fúngicas, acortando su vida y exponiendo a los viandantes y propiedades al riesgo de un golpe por caída de ramas o colapso del árbol en su totalidad, algo por desgracia muy de actualidad últimamente. Los árboles, esos gigantes que parecen invencibles, son en realidad seres relativamente vulnerables.

3 comentarios:

Estupenda explicación y muy didáctica. Se ha dicho a menudo que la búsqueda de luz ha sido lo que ha condicionado la aparición de esta forma de crecimiento. Creo que habría que hay que tener en cuenta algo más, la presión de los herbívoros que ramonean en la base de la copa. Lo que está claro es que ha habido muchas formas de resolverlo de forma independiente.

Gracias por la lección, muy interesante y como está todo como sincronizado, la madera es uno de los materiales, mas útiles para la sociedad.

Me ha encantado la facilidad con la que nos explicas, a los profanos, estas interesantes historias botánicas.
Un beso.

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