viernes, 30 de mayo de 2014

Las charcas de La Serena: un tesoro en el barrizal

La llegada repentina del verano ha agostado los pastizales a mediados de Mayo. Los saltamontes cantan y la hierba seca cruje bajo los pies al andar. El tomillo florece aún, y con su perfume, nos recuerda que aún es primavera, y que si buscamos bien, encontraremos todavía algo de agua en La Serena, que se extiende con la espalda erizada de rocas enhiestas, los “dientes de perro”, ante nuestros ojos. Caminando, una sombra verde en medio del mar dorado revela que la próxima vaguada aún está húmeda. En el centro, aún hay barro y un poco de agua.

Charca en La Serena

Las charcas de La Serena suelen ser pequeñas y poco profundas, efímeras, ya que a mediados de primavera no les queda más que un poco de agua barrosa en lo más hondo. Estas charcas son, además, poco frecuentes, y aunque ahora son fácilmente localizables gracias a artilugios como Google Earth, los que somos un poco más mayorcitos que esta útil aplicación tuvimos que hacer muchos kilómetros de campo para encontrarlas e inventariar su flora y vegetación. Se forman en pequeñas vaguadas del terreno donde las rocas pizarrosas, que están a flor de tierra, se descomponen dando unas arcillas impermeables que bloquean completamente el drenaje.

Las características que hemos mencionado hacen de estas charcas un hábitat muy adverso, donde viven pocas especies de plantas. Suele tratarse de especies pequeñas, lo que añadido al hecho de que muchas no tienen ningún uso práctico, hace que sean tan desconocidas por la gente en general que carecen, en su mayoría, de nombre en castellano. Hay varias especies comunes que aportan su fisionomía a la vegetación, como los vallicos, pero la mayoría de ellas son plantas más bien raras. La composición de la flora suele ser muy variable de una charca a otra, las especies crecen aquí y allá pero rara vez nos encontramos charcas donde podamos observar la lista completa de especies.

Por mucho que las plantas encuentren un medio para dispersarse, los eventos de colonización efectiva son en realidad muy raros, más raros cuanto más pequeña sea la charca. Esto explica la inestabilidad florística de las charcas de La Serena, es decir, el hecho de que especies que podrían fácilmente crecer no estén presentes. Las especies de las charcas suelen producir semillas diminutas en enorme número con el fin de maximizar las posibilidades de dispersión, pero aún así, las „buenas charcas“ en las que se encuentran un número aceptable de especies son muy escasas. Las plantas necesitan mucho tiempo para „encontrarlas“ y lograr establecerse, y me estoy refiriendo a una escala temporal superior a la de la vida humana, del orden de cientos, o miles de años. Esto explica que en las charcas de obra no haya apenas ninguna especie aparte de las plantas triviales que crecen en todas partes; o que lugares como el Pantanillo de La Haba, que tras fuertes disturbios con maquinaria pesada empieza a tomar el aspecto de una charca natural, sean tan pobres en especies.

Así que si en un próximo paseo os encontráis con una de mis tan queridas charcas, mirad con atención, quizás descubráis los pequeños y maravillosos tesoros que las habitan, de los que hablaremos próximamente en otra entrada. Puede que lleven allí mil años.